Esto de viajar con el cachorro ya lo hicimos algunas otras veces. La diferencia es que esta vez yo tenia que trabajar y el papá ese día no estuvo con nosotros... Todo recayó en mí, bañarlo, cambiarlo, acunarlo, alimentarlo, entretenerlo, cargarlo. El núcleo familiar que somos, ese trío estaba incompleto y yo no tenía sobre quien descansar. Sin embargo no estaba sola. Agradezco enormemente no haber estado sola. Mis amigos y conocidos conformaron un mundo de manos abiertas a recibir al cachorro para acunarlo o entretenerlo, pasearlo, dormirlo. Fue sumamente importante esta apertura. La necesidad de no estar sola fue cubierta por completo.
No soy de aferrarme al cachorro de forma egoísta. Por su parte, él también acepta con gusto los brazos y el cariño de la gente que se le acerca. Esto fue un gran punto, en otro caso yo no hubiera podido con todo.
El dúo que somos, mamá-cachorro, funciono en armonía, dejándome el tiempo necesario para hacer las cosas que debía. Mostrarme maternante al trabajar, y no esconder la situación ni sentirme mal por los llantos o risotadas en cualquier situación, dándole lugar a que sea lo que es, un bebe permitió sumar mas cuidados afectuosos que siempre mejoraban nuestro humor.
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